La alabanza vertical de la Navidad
Por Samuel Santiesteban
Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación.(Santiago 1:17).
Introducción
Hace unos años tuve la oportunidad de ver un ostentoso drama navideño en una mega iglesia ¡Qué triste! Al final de aquel espectáculo me desencantó mucho como mencionaron una larga lista de nombres y apellidos de cada una de las personas que participaron.
Fueron mencionado los actores, los músicos, los encargados del maquillaje y de los trajes, los de la escenografía, los profesionales de los efectos técnicos y aquellos que estaban a cargo del audio y video. Fue tan extenso largo ese tiempo que a mi entender le restaban la gloria al Hijo de Dios quien descendió tan humildemente para nacer en un pesebre y despojarse de toda su Gloria.
(Juan 1:14).
Querido amigo lector, espero que la sana doctrina del Evangelio de Cristo esté haciendo una obra profunda en su corazón. Pero cuánto trabajo le cuesta al cristiano desprenderse de toda su gloria para dar absolutamente
¡TODA LA GLORIA A DIOS!
¡Qué difícil se nos hace reconocer que no puede salir nada bello ni hermoso de nuestras manos o de nuestros corazones si no viene dado por el Padre de las luces!
¡Gloria a Dios en las Alturas y en la tierra paz!
Es la proclamación angelical en el firmamento para anunciar el nacimiento del niño-Dios. El Creador de todo el universo está indicando al mundo que el hombre nunca podrá encontrar la paz si no comienza por dar toda la Gloria a Dios, en las Alturas.
Uno de los indicadores típicos del evangelio falso de nuestros días es que le resta cada día más la Gloria a Dios. Los falsos maestros hablan palabrerías que engrandecen la iniciativa del hombre, sus fuerzas, sus éxitos, su mentes, sus diezmos, sus ministerios, sus logros, y sus títulos académicos e incluso hacen alarde de sus "milagros", dejando en un segundo plano la soberanía y la gloria de Dios. Y hay crédulos por todo el mundo tan faltos de discernimiento que ni cuenta se dan cuando escuchan una predicación mezclada de todas estas blasfemias.
Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. (Apocalipsis 5:11 y12).
Este grupo no canta nada alusivo a la Navidad; pero creo que es bastante vertical esta alabanza, y quiero compartirla con usted. ¡Toca el corazón!
Loor al verbo encarnado,
En humanidad velado;
Gloria al santo de israel,
Cuyo nombre es emmanuel;
Príncipe de paz eterna,
Gloria a ti, a ti jesús,
Entregando el alma tierna,
Tu nos traes vida y luz.
Has tu majestad dejado,
Y buscarnos te has dignado;
Para darnos el vivir,
A la muerte quieres ir.
Conclusiones
¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz! Hay alegría y gozo celestial porque Dios ha decidido descender en forma de bebé y de cumplir así con la promesa de un Mesías prometido.(Gálatas 4:4). La obra misteriosa de la gran redención es de parte de Dios y para la gloria de Dios.
La Navidad debe rememorar cada año la promesa hecha en el huerto de un Cordero inmolado, de un Salvador. (Genesis 3:15). Dios, por su propia iniciativa decide hacerse humano e insertarse entre nosotros, para salvar a pecadores. (Romanos 5:8).
¡El misterio de la gran redención! Dios se hace un Cordero y sin abrir su boca es llevado al matadero, para que todo aquel que en Él crea, no se pierda mas tenga vida eterna. (Isaías 53:7).
"En la tierra paz y buena voluntad para con los hombres" Paz habrá en el corazón de aquellos hombres que descansen por completo en la obra consumada y perfecta del hijo de Dios. Paz de reconciliación del Creador con la criatura rebelde, del Justo con el impío, del Libertador con el encadenado, del Cazador con el venado, del Fiel Pastor con la oveja descarriada. (2 Timoteo 2:13).
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios
por medio de nuestro Señor Jesucristo”
(Romanos 5:1).