top of page
competencia.jpg

La
Vida Cristiana
no es una

competencia.

Por Samuel Santiesteban

Los lectores de este Portal Cristiano son personas que han llegado a un cierto nivel de madurez en su vida cristiana. Aquellos que siguen los ensayos aquí publicados han sido tocados por la Gracia Divina de Dios y disfrutan de una relación personal con Cristo, algo distantes de una religión hueca y llena de liturgias vacías. 

 

Seguramente muchos de ustedes, a través de los años de vida cristiana se deben haber relacionado con iglesias, pastores y congregaciones donde han podido notar cuántos creyentes están sumergidos en una vida cristiana, por la cual cursan, como si fuese una gran competencia.

 

 

 

 

 

Seguramente alguna vez se ha podido dar cuenta de cómo algunos de los que presiden en la alabanza y la adoración quieren sobresalir en medio de todo el resto del equipo. Quizás se han podido dar cuenta como algunos predicadores están deseosos de ser exaltados, reconocidos y felicitados por muchos, una vez que terminan sus mensajes o estudios bíblicos en la iglesia.

 

Hay hermanos que caen en la trampa de embellecer y hacer florecer tanto sus oraciones, con palabras rebuscadas y repetidas porque sencillamente están confundidos en su quehacer cristiano por el furor y la pasión de una competencia. (Mateo 6:17-13).

 

El espíritu de la competencia en el quehacer religioso de nuestra era es algo que hemos importado del mundo impío y competitivo en el cual vivimos y nos movemos (Hechos 17:28).

Desde la más tierna edad a los niños se les motiva a una competencia de desarrollo entre ellos. En el trabajo secular, las personas son medidas constantemente por su rendimiento, forzados a entrar, de una manera u otra, en la competencia.

 

Los estudiantes son constantemente evaluados de acuerdo a su nivel académico y transitan sus años de estudios sumergidos en una carrera competitiva. El tráfico de las grandes ciudades es una feroz y horrible competencia. La televisión, la radio y las redes sociales están minadas del espíritu de la competencia. Y millones de jóvenes en el mundo de hoy pueden verse afectados en sus estados anímicos y psicológicos en función del número de clicks de aceptaciones o de rechazo que recibe una de sus publicaciones colocadas en la red.

 

La vida cristiana madura y sencilla no debe estar matizada de la competencia. El cristiano maduro ha podido entender y descansar en Aquel que ha ganado todas las carreras. Su paz y su descanso radican en Aquel que es “El Vencedor” de todas las competencias.

La madre del apóstol Juan y de Santiago se acercó con sus hijos a Jesús y se arrodilló respetuosamente ante él, para pedirle un favor. Y Jesús le pregunta: ¿Cuál es tu petición mujer?

Ella contestó:  Te pido, por favor, que permitas que, en tu reino, mis dos hijos se sienten en lugares de honor a tu lado, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

Definitivamente que aquella madre cristiana había caído en la trampa de la competencia. Y como madre al fin estaba añorando los puestos más prominentes para sus hijos, en el Reino Celestial.

(Mateo 20:20-28).

 

Pero son interesantes las palabras de Cristo en la Nueva Traducción Viviente, para el actual siglo XXI, pues revitaliza el pensamiento de Jesús que se expresa de una manera celestial hace ya más de dos mil años. 

 

Cuando los otros diez discípulos oyeron lo que Santiago y Juan habían pedido, se indignaron. Así que Jesús los reunió a todos y les dijo: "Ustedes saben que los gobernantes de este mundo tratan a su pueblo con prepotencia y los funcionarios hacen alarde de su autoridad frente a los súbditos. Pero entre ustedes será diferente. El que quiera ser líder entre ustedes deberá ser el sirviente, y el que quiera ser el primero entre ustedes deberá convertirse en esclavo. Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos" 

(Mateo 20:24-28).

 

Está Jesús, auto llamándose: “Hijo de Hombre”. Es decir, que está haciendo hincapié en su naturaleza humana y no divina, está diciendo un hombre de carne y hueso como ustedes vino del cielo y no para ser servido, sino para servir a otros. Esto toca mi corazón y  desarma por completo ese espíritu de competencia que a veces tenemos en la vida cristiana. 

 

No quiero alargar este ensayo. Las personas del siglo XXI leen poco y tienen poco tiempo para meditar en esta vida. Quiero terminar recordando que en la cruz del Calvario, donde Jesucristo  está terminando todo su ministerio en esta tierra, y cerrando para la eternidad la Redención de nuestras miserables almas, el Hijo de Dios declara: ¡Consumado es!

(Juan 19:30).

 

Estas palabras santas y divinas del Hijo de Dios han dado pie a millones de libros,  de canciones, miles de poemas, innumerables dramas y películas. Cientos de miles de comentarios e incontables predicaciones.

 

¡Todo está hecho! ¡Todo ha sido terminado! ¡Todo está pagado! La guerra para que Dios pueda ver justo al hombre ha terminado. ¡La religión se ha acabado! No más sacrificios, no más ritos y/o ceremonias.

 

vida cristiana.png

Tristemente cristianos que anhelan destacarse, mostrar más despliegue de talentos que los demás, ganar fama, méritos, y reconocimientos. Es una competencia por no solo mostrar el brillo del Salvador, sino también dejar ver cierto “brillo” en ellos.

depende de Dios.jpg

No más competencias porque el Hijo de Dios sale del sepulcro en victoria y vence el poder de la muerte. Nosotros resucitaremos porque Él resucitó de entre los muertos y es Él quien ha ganado todas las competencia.

(1ra de Corintios 15:12-20).  

Dios les bendiga, y que el Espíritu Santo nos despoje un poco de ese espíritu de competencia que a veces tenemos en el bregar de nuestra vida cristiana.

Amén. 

bottom of page